domingo, 31 de enero de 2016

Palmera del Colegio de Santo Domingo, Orihuela

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, 
con quien tanto quería.) 

Yo quiero ser llorando el hortelano 
de la tierra que ocupas y estercolas, 
compañero del alma, tan temprano. 

Alimentando lluvias, caracolas 
y órganos mi dolor sin instrumento. 
a las desalentadas amapolas... 

Extracto de Elegía de Miguel Hernández.


Hasta Orihuela llegamos hoy en nuestras visitas a los árboles monumentales de la cuenca del Segura y nos detenemos ante una palmera ("Phoenix dactylifera"), que aunque no sea un árbol sino una planta leñosa, algo así como una hierba gigante, tanto ésta como algunas otras van a tener un lugar en este blog, ya que han marcado nuestro paisaje desde hace casi 4.000 años (...y parecen árboles). La que nos ocupa hoy, sita junto al Colegio de Santo Domingo, otea el pueblo de Miguel Hernández desde sus 23 metros de altura y se ubica, literalmente delante de la casa museo de dicho autor.

Foto 1. Palmera y Convento de Santo Domingo.

El Convento de Santo Domingo, al que apodan el Escorial del Levante, tiene su origen en la Ermita de Ntra. Sra. del Socorro, donde se instalaron los dominicos en el año 1512 y ha sido sede universitaria en varias ocasiones a lo largo de su historia. Llegamos hasta él atravesando la Puerta de Crevillente, resto de la muralla en principio almohade, aunque reformada por Felipe II.


Foto 2. Puerta de Crevillente.

Este convento, en el que se suceden los estilos Gótico, Renacentista, Barroco y Rococó, tiene unos 18.000 m2, siendo el Monumento Nacional más grande de la Comunidad Valenciana, y nos aventuramos a decir que de sus cinco siglos de vida ha pasado dos acompañado por nuestra palmera.


Foto 3. Panorámica del Convento junto a la palmera.


Foto 4. Detalle de la copa, junto a la torre de estilo Barroco.

Pasamos ya a la descripción de esta datilera que en su dilatada existencia ha sufrido bastantes agresiones, tiene marcas de espuelas (utilizadas para trepar sobre su "tronco") a lo largo de su estípite y está podada en exceso como puede observarse en la Foto 5, donde contemplamos la base de las palmas cortadas (de color verde) cuando todavía cumplían función clorofílica y, por tanto, proporcionaban nutrientes necesarios para un adecuado desarrollo de la anciana palmera. Ésta, para poder compensar las carencias tróficas generadas por dicha poda, tiene que movilizar los nutrientes acumulados en el estípite ("tronco"), generándose un estrés nutricional que en nada beneficia a este añejo ser. Además, la poda de palmas todavía verdes puede generar un estrechamiento en el diámetro del "tronco", lo que generará un déficit biomecánico que pueda devengar en la fractura por ese punto de adelgazamiento. En muchos casos, este tipo de poda se realiza para asegurar que no caerán palmas desde tanta altura, provocando riesgo para la seguridad de las personas, si bien una palma verde tiene probabilidad casi nula de caer si está sana y, aunque abarata costes al tener que podar menos veces, es perjudicial para la palmera


Foto 5. Detalle de la base de las palmas todavía verdes, que no debieron podarse.

Al estar en un entorno urbano sufre una elevada compactación del suelo que está completamente adoquinado y con el peso añadido de vehículos a motor que circulan y estacionan bajo su copa, esta circunstancia genera una fuerte falta de oxígeno en el suelo que resulta perniciosa para la salud de la palmera y provoca que emita multitud de raíces adventicias desde el tronco, que forman un cono de 80 cm que da la vuelta a la base (fotos 6 y 7), apareciendo las radículas hasta los 6 metros de altura. Este tipo de raíces son una adaptación de las palmeras en los oasis, así cuando una tormenta de arena recubre su tronco las emiten, pero aquí son un síntoma de mala conservación. 


Foto 6. Raíces adventicias debido a la compactación.


Además, las heridas de espuelas (Foto 7), utilizadas para subir, han provocado podredumbre que añaden riesgo biomecánico a la palmera, al no conservarse los tejidos de ésta en un buen estado. Por si esto fuera poco, se puede observar la falta de fibras en perpendicular al estípite ("mordedura de castor"), justo en el lado contrario al que está la palmera inclinada, por tanto está mermado el esfuerzo de tensión desde dicho lado, lo que eleva el riesgo de caída.


Foto 7. Peligrosa falta de fibras (indicada por flecha) que  genera
un importante déficit de estabilidad.


Foto 8. Clavos en tronco, presenta varios, algunos de ellos han provocado podredumbre interna.
Por último ya, os dejamos una fotografía (Foto 9) en la que se aprecia la inclinación de unos 30º, lo que hace que la balona (parte ensanchada justo antes de las palmas) esté desplazada unos cuatro metros en dirección Este.

A pesar de todas las agresiones sigue en pie, y así deseamos que continúe para seguir disfrutando de su presencia en este magnífico entorno urbano al menos algunos años más, a pesar de su edad y estado de conservación. Esperemos, pues, que esta excepcional palmera no acabe en breve siendo el motivo de una elegía, pues ésta nunca alcanzaría el nivel estético de la citada al principio de la entrada.

Foto 9. Palmera inclinada hacia el este, al fondo la Sierra de Orihuela
y la Casa Museo de Miguel Hernández



Especie
Phoenix dactylifera
Nombre común
Palmera datilera
Nombre propio
Palmera del Convento de Santo Domingo
Término municipal
Orihuela
Provincia
Alicante
Altitud
 25 msnm
Perímetro
1,27 m
Altura
23 m
Edad aproximada
200 años
Estado de conservación
Amenazas
Estatus legal

Plan de actuación definido
Malo
Compactación, vehículos, agresiones directas.
Incluida en "ORDEN 22/2012, Catálogo de árboles monumentales y singulares
de la Comunitat Valenciana".
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WEBGRAFÍA:
  • http://www.enorihuela.com/monumentos.html  Recuperado el 24/01/2016.

lunes, 18 de enero de 2016

Roble del Barranco del Turco, Lubrín, Almería

Esta semana nos situamos en Almería, y en un recodo de la carretera que va desde el municipio de Bédar al de Lubrín, justo antes de la aldea de El Marchal, encontramos un singular roble (como se conoce en el sudeste ibérico al quejigo, Quercus faginea). Por lo demás, también hay algún pequeño grupo de quejigos cercano a éste en la propia sierra de Bédar. En cualquier caso, lo más notable ecológicamente hablando es que no existe regenerado en ellos, lo que hace temer por la supervivencia de la especie en dichos lugares. 

Foto 1. Vista de Lubrín, en la provincia de Almería.

Por lo demás, en Lubrín nació el ilustre naturalista Antonio José Navarro, autor en el siglo XVIII de un excelente libro de viajes donde realiza una detallada descripción del medio natural del sudeste ibérico, titulado "Viaje de un naturalista ilustrado por los reinos de Granada y Murcia". Desde la mitad de dicho siglo la Marina realizó varios inventarios forestales, en algunos de los cuales consta la presencia de robles (quejigos) en la cercana sierra de Cabrera, donde todavía existe algún pequeño quejigar del que hablaremos en próximas entradas. 

Se trata de una zona a baja altitud (460 m),  térmica y semiárida donde la precipitación no alcanza los 350 mm, por tanto no parece ser el óptimo ecológico para la especie, pero la existencia de materiales silicatados y la presencia de agua freática (al menos parte del año), permite la subsistencia de los robles. 

Foto 2. Roble del Barranco del Turco.

Este quejigo, con una altura de 14,50 m, se bifurca a 0,60 m del suelo, en sus ramas hay señales de que se le extrajo leña hace décadas, como suele ser común en las especies del género Quercus, dada la buena calidad de su madera, aunque esta práctica no parece haberle acarreado secuelas perjudiciales, pues no se le han desmochado los brazos principales. Vive instalado entre palmitos, lapas, lentiscos, espárragos, escobones, donde  resalta en este rincón en la Sierra de Bédar, aunque este dominio no está exento de dificultades.


Foto 3. Aspecto del tronco y brazos principales.

Foto 4.  Escobón, Cytisus arboreus subsp.
catalaunicus, acompañando al roble.

Crece, como vemos, en un suelo compuesto de materiales metamórficos y al estar en el fondo del cauce ha recibido varios impactos de piedras (gneiss), que le han provocado diversas heridas. La mayor de ellas, bastante reciente, la vemos en las fotos 5 y 6,  solamente ha conseguido hacer un labio de cierre de unos 2 cm, con lo que no parece que la esté consiguiendo sellar. Esta herida tiene cierta gravedad, ya que afecta a madera de reacción a tensión que realiza dichos esfuerzos para que el árbol no caiga en el sentido de la pendiente.


               
               Foto 5. Piedra de gran tamaño,
               que ha provocado una herida.
 
Foto 6. Detalle de herida y labio de cierre.


Tiene restos de un antiguo incendio, así como hongos del tipo yesquero (Fomes fomentarius) en su base, lo que indica que se está produciendo degradación de la madera, al menos, en su duramen. 


Foto 7. Hongos (Fomes fomentarius ) en la base del tronco, al que abraza una zarzaparrilla.

No obstante, este árbol ha conseguido mantenerse en pie en un terreno complicado (centro de una torrentera), generando en su tronco un significativo crecimiento de madera que actuando a tensión y  compresión consigue mantener al árbol erguido y perpendicular a la horizontal.


Foto 8. Madera de reacción a compresión sobre la que se apoya el roble.


Foto 9. El porte bifurcado del roble, indica que es muy probable
que perdiera la guía en su juventud.

Y terminamos esta visita compartiendo también con vosotros esta foto de un gran almendro, de 9 m de altura que crece al borde de la carretera, muy cerca del quejigo.


Foto 10. Almendro en El Marchal.

FICHA BÁSICA


Especie
Quercus faginea
Nombre común
Roble, quejigo
Nombre propio
Roble del Barranco del Turco
Término municipal
Lubrín
Provincia
Almería
Altitud
460,00 msnm
Perímetro
2,55 m a 0,50 m de altura
Altura
14,50 m
Edad aproximada
100 años
Superficie de Copa
95 m2
Estado de conservación
Regular
Amenazas
Incendio del perímetro, rayos, aludes de piedras.
Estatus legal
--
Plan de actuación definido
--

domingo, 10 de enero de 2016

Carrasca, encina, "Quercus ilex subs. ballota"

Ya desde el Oligoceno (hace 25-30 millones de años) las carrascas están presentes en el sur de Europa, y en el Mioceno habrían ocupado un área similar a la actual. Pero durante ese tiempo y, en especial durante las fases interglaciares, los antepasados de nuestras encinas desempeñaban un papel secundario en nuestros bosques, es en los últimos milenios cuando se han propagado a expensas de bosques más mesófilos de quejigos, melojos y alcornoques. 

Foto 1. Carrascal en Sierras del Segura, Albacete.

No obstante, y debido a la acción humana, los extensos bosques de carrascas que desde principios del Holoceno dominaron el paisaje del sureste ibérico fueron eliminados por el hombre desde hace más de 2.500 años. Los incendios, más frecuentes desde entonces, favorecen a los pinos, especialmente a Pinus halepensis y P. pinaster.

Foto 2. Pinar con carrascas, donde los pinos dominan a éstas.
Es la carrasca un árbol perennifolio, monoico, que puede alcanzar los 25 m de altura, aunque generalmente no supera los 20, con porte ovoideo o redondeado.

Foto 3. Encina con su típico porte globoso; a la derecha, chopos lombardos.
Su tronco es derecho o algo tortuoso, puede alcanzar los 2 m de diámetro y su corteza es dura, pardo-cenicienta, resquebrajada en grietas. Las ramas son erguidas cuando se encuentran en un bosque denso, son horizontales sin embargo en zonas aclaradas.

Foto 4. Tronco de añeja carrasca.

Las hojas son alternas, perennes, y con forma y margen muy variable, suelen ir de redondeadas a oblongo-lanceoladas con margen más o menos dentado y a veces entero. Presentan las Q. ilex subs. ballota o Q. rotundifolia las hojas con 5-8 pares de nervios secundarios, pecíolo más corto (6-8 mm) y las bellotas más dulces de todo el género, lo que nos sirve para diferenciarlas del resto de las especies del mismo.

Foto 5. Hojas y frutos de carrasca.

Florecen desde marzo a mayo, en ocasiones hasta junio, y las flores masculinas cuelgan en amentos amarillos muy numerosos. Las femeninas están solitarias erguidas sobre la axila de las hojas o en grupos de 2 a 7, dando como fruto las conocidas bellotas entre los meses de octubre a diciembre.

Foto 6. Flores masculinas formando amentos colgantes.

Crece la carrasca en todo tipo de terrenos, con bioclima de seco a húmedo, desde el nivel del mar hasta zonas elevadas, próximas a los 2.000 m de altitud. En el sudeste ibérico no suele superar los 1.700 m, aunque en el Alto Atlas central de Marruecos llega casi hasta los 3.000.

Se distribuye por casi toda la península Ibérica, sudeste de Francia y norte de África, en nuestra área se sitúa de modo natural en zonas donde la precipitación es igual o superior a 350-400 mm por año.  En el sudeste ibérico las mejores masas forestales de carrasca estarían en diversos lugares como: Font Roja (Alicante), carrascal de Bajil (Murcia), sierra de María (Almería) y multitud de lugares en las Sierras del Segura de Albacete, así como también en las inmediaciones de la Puebla de Don Fadrique (Granada) y Santiago Pontones (Jaén), aunque existen pequeños bosquetes aislados o individuos en otros lugares de la costa y sierras del interior, como resto de antiguas poblaciones naturales o bien cultivados por el hombre. En la actualidad, es una especie con poca o nula capacidad de expansión, pues los lugares que podría recolonizar están casi siempre ocupados por cultivos.


Foto 7. Carrascas en ladera conformando un paisaje en mosaico con pinares.

Tanto desde el punto de vista ecológico como económico la carrasca es una de las especies de mayor valor forestal. Se trata de una especie colonizadora, crea y mantiene un excelente suelo, de gran riqueza biológica gracias a la descomposición de hojas, frutos y madera, además, gracias al alto valor nutritivo de hojas y frutos da cobijo a una amplia comunidad de animales. Constituyen una herramienta muy eficaz contra la erosión y desertificación, de hecho, sería muy acertado reforestar con ellas en zonas que forman parte de su área potencial, hoy deforestadas y amenazadas por la erosión. En el sudeste ibérico, en general, en zonas por debajo de los 350 mm anuales no se debería utilizar esta especie en restauraciones forestales.


Foto 8. Carrasca con buitres sobrevolando a su alrededor en Caravaca.

En cuanto a sus usos y valor económico, existen numerosas evidencias arqueológicas del uso de la bellota en la alimentación en el Neolítico, y se encuentran innumerables referencias históricas sobre el uso de la encina en nuestro país. Plinio el Viejo y Estrabón ya hablaban en el siglo I del empleo de la harina de bellota para hacer pan por los habitantes de la península Ibérica, especialmente en tiempos de escasez, hecho que ha continuado prácticamente hasta nuestros días, en ocasiones mezclada con harina de maíz para hacer pan, galletas, tortas o gachas. También se han usado para elaborar bebidas, una especie de horchata con las bellotas más dulces, así como café de bellota, que se usó especialmente en los años posteriores a la Guerra Civil.

En estos momentos el follaje, las bellotas y los pastos que produce la encina siguen siendo muy apreciados y explotados por la ganadería, ¿alguien no ha oído hablar del jamón de bellota?


Foto 9. Dehesa.
Fuente: CICYTEX 

Los carrascales están bien considerados también en las explotaciones cinegéticas de caza mayor, que aportan muchos beneficios al medio rural, aunque su mayor valor económico  ha estado relacionado con la alta calidad de su madera, que es muy dura, así que se ha empleado desde siempre para quemarla como leña o para hacer carbón, también para construir herramientas o embarcaciones, especialmente la quilla, debido a su resistencia a la putrefacción. De hecho, resultado de la intensa extracción de leñas son la mayor parte de las masas forestales actuales, en algunos casos todavía achaparradas o, en otros, con árboles formados por varios troncos, frutos de los rebrotes de antiguos ejemplares talados a "mata rasa".


Foto 10. Interior de un carrascal, obsérvese a la derecha 4 troncos rebrotes de un sólo ejemplar.



Foto 11. Carrascal achaparrado, se trata de rebrotes que han surgido tras la poda a "mata rasa".

Terminamos ya, y para hacernos una idea de hasta qué punto este mediterráneo árbol ha sido importante en nuestro entorno, se dice que Zeus, el rey de los dioses, meditaba bajo una encina para encontrar solución a sus problemas. 

miércoles, 6 de enero de 2016

Chopos del Éufrates en Abanilla

En junio nos sorprendió la noticia del descubrimiento de una nueva especie de árbol en Murcia gracias a la publicación en Anales de Biología del artículo "Nueva población de Populus euphratica Olivier (Salicaceaeen la Península Ibérica", de Adrián Ruíz-Rocamora (2015). Las nuevas citas de plantas son más habituales (hasta cierto punto), pero la de un árbol es inesperado en un territorio tan antropizado como el nuestro, del que parece que ya lo sabemos todo.

Visitamos hoy, por tanto, la población de Chopos del Éufrates de Abanilla.

Foto 1. Visión general de los chopos del Éufrates dentro del cauce de la rambla.

Siempre nos gusta poner a qué es debido el nombre latino y en este caso está claro que este chopo tiene denominación de origen, el Éufrates, viene de Oriente, y se encuentran principalmente en el Turquestán, Irán, Irak y Siria, aunque se extienden desde China a Marruecos occidental y por el sur hasta Kenia, si bien quedan amplios espacios del territorio sin presencia, entre los límites de distribución mencionados, faltando por ejemplo en Túnez y Libia (AA. VV, 1980). En Europa, sólo aparece de modo espontáneo (no está claro si natural) en Alicante y Murcia.


Foto 2. Aspecto de ejemplar de más de una década.

Antes del descubrimiento de éstos que habitan en Abanilla, se tenía constancia de una única población en España, en el municipio de Elche. Encontrados en 1907 por Trabut, el botánico Louis Albert Dode los clasificó en 1908 como P. illicitana, siendo considerada una especie autóctona hasta mediados del siglo XX, cuando distintos autores pasaron ya a nombrarlos como P. euphratica. En concreto, estaríamos ante la variedad mauritanica (Dode) Maire, según los caracteres observados en nuestra jornada de campo. Diversos estudios establecen que esta población es, probablemente, de origen humano, e incluso algunos indican la alta probabilidad de que la especie fue introducida, tanto aquí como en Marruecos por los árabes. 

Foto 3. Aspecto de la chopera y el palmeral en las inmediaciones de la fuente.

Por lo que hemos podido averiguar de esta especie, es un árbol de crecimiento rápido, con incrementos de diámetro de entre 4 y 5 cm por año, pudiendo alcanzar los 70 cm de diámetro en buenas condiciones, así como una altura de entre 7,5 a 15 m. Tolera un alto grado de salinidad y puede crecer en condiciones extremadamente áridas, siempre que el subsuelo contenga humedad o los terrenos se inunden estacionalmente.

Foto 4. Ejemplares de chopos de  más altura, junto a las paredes estratificadas que conforman el cauce.
En su zona de óptimo ecológico, estos chopos constituyen bosques densos, en ocasiones mezclados con sauces, tarays y moreras, siguiendo cursos de agua, y servían o sirven para el suministro de leña. Su madera es fácil de trabajar y maleable, y las hojas ofrecen un buen forraje para ovejas, cabras y camellos. También se masticaban sus ramitas, usándose para limpiar los dientes.

Foto 5. Aspecto de la chopera con abundante biomasa en su seno que la pondrían en riesgo en caso de incendio.
La población recientemente caracterizada en Abanilla se localiza, como veis en la serie de fotografías, a lo largo de una rambla y se compone de unos 80 pies, aparentemente todos femeninos, a lo largo de un área que ocupa unos 300 m lineales, donde medran de un manantial de aguas salobres y el agua freática existente en el cauce.

Foto 6. Chopo adulto que ha rehecho varias veces su copa, como consecuencia
de la pérdida de la guía principal del tronco.
Intentando averiguar el origen de esta arboleda, nos explica Adrián Ruiz-Rocamora, que preguntados los vecinos de la zona, atestiguaba uno de ellos con 70 años de edad, que recuerda desde su infancia la existencia de estos árboles con un tamaño similar al actual. Quizá el mayor de ellos, que crece junto a una balsa, se plantó como árbol de sombra, y colonizó por vía vegetativa el resto del cauce. Esta hipótesis la avala el hecho de que en 2014, todos los individuos que florecieron eran pies femeninos.

Foto 7. Restos de las inflorescencias femeninas, todavía presentes en verano.

Como curiosidad, y dado que es esta una especie con la que no estamos familiarizados, nos han sorprendido sus caprichosas hojas, no en vano uno de sus sinónimos es Populus diversifolia Schrenk. Aquí os dejamos unas fotografías para que podáis apreciarlas.

Foto 8. Dimorfismo foliar en una misma rama.


Foto 9. Cromatismo atípico de verano que parece evidenciar alguna carencia nutritiva.

Foto 9. Hoja vista a contraluz.

Estos chopos albergan una gran diversidad, dando cobijo en su seno a especies botánicas que precisan de sombra, siendo soporte trófico de hongos y un buen refugio para la fauna.


Foto 10. Nido sobre el ramaje de los chopos del Éufrates. 

Se trata pues, de una población sumamente interesante, que esperamos sea más estudiada y protegida, dado su interés ecológico y científico. También resultaría apropiado realizar labores silvícolas encaminadas a reducir el riesgo de incendio, así como la competencia directa a la que se ve puntualmente sometida la población por los pinos carrascos (Pinus halepensis). En cualquier caso, cualquier trabajo forestal debería respetar lo máximo posible la presencia de madera muerta de P. euphratica en el lugar, pues es muy probable que ésta tenga asociada biodiversidad específica (insectos, hongos, etc.) de la especie y, por tanto, de una gran escasez y rareza como los propios chopos en el contexto del sudeste ibérico.

Foto 11. Viejo tronco seco donde pudimos observar la presencia de hongos saprófitos.

Disfrutamos mucho de la visita a la Rambla del Tollé, y de la compañía de Adrián, que amablemente nos llevó a conocer esta arboleda. ¡¡Gracias!!

Foto 12. Adrián Ruíz-Rocamora, que nos ha llevado a conocer los chopos del Éufrates de Abanilla.
Obsérvese las  ramas secas hacia la parte apical, consecuencia de periodos de sequía.

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REFERENCIAS:
  • AA VV. 1980. Firewood Crops: Shrub and Tree Species for Energy Production. Report of an Ad Hoc Panel of the Advisory Committee on Technology Innovation, Board on Science and Technology for International Development, Commission on International Relations, Vol. 2.  NATIONAL ACADEMY OF SCIENCES. Washington, D.C.
  • Massó, S & López-Pujol, J. Nuevos datos acerca de la población ilicitana de Populus euphratica Oliv. Flora Montiberica 58: 96-98 (X-2014). ISSN 1138-5952, edic. digital: 1998-799X.
  • Ruiz-Rocamora, A.  2015. Nueva población de Populus euphratica Olivier (Salicaceae) en la Península Ibérica. Anales de Biología 37: 95-96.