sábado, 31 de enero de 2015

El viento y los árboles

Queridos amigos:
En estos días de fuerte viento por toda Iberia, en primer lugar, recomendaros que no os situéis  debajo de ningún árbol, palmera o, en general, elemento vertical que pueda romperse por el efecto del viento. Pues es sabido que pueden desprenderse grandes ramas e incluso caer un árbol al completo.
Sobre esta última cuestión queríamos debatir un poco en el presente post.


En primer lugar, para aguantar bien los embates del viento hay que decir que las podas inadecuadas, sobre todo, los fuertes desmoches de las ramas principales suelen acarrear a la larga mayores problemas que los que se quieran solucionar (Foto 1), por eso si tenemos un árbol cuyo uso principal es ornamental y creemos que precisa una poda por alguna razón, incluyendo el presumible riesgo de rotura de alguna rama y que caiga sobre nosotros o nuestros bienes, lo mejor es contactar con un profesional que nos pueda asesorar, por ejemplo un podador o arborista certificado por la Asociación Española de Arboricultura (para una primera impresión podéis consultarnos sin ningún problema), hay que tener en cuenta que hay mucho intrusismo y que un árbol de uso ornamental no es un árbol destinado a la producción agrícola o forestal.

Foto 1. Plátano (Platanus orientalis) con  rama surgida tras el desmoche
colgando por arranque del viento, otras cayeron directamente

En segundo lugar, la mayor parte de los árboles que caen al suelo por completo han sido primero afectados en su sistema radicular, por ejemplo, por obras que han roto parte de sus raíces de anclaje, en fotos 2 y 3, observamos como en al año 2003 el monumental Pino Doncel (Pinus pinea) de la Casa del Pino, con sus 4,75 metros de perímetro de tronco y 20,2 metros de altura y algo más de 100 años de vida cayó al suelo tras unos fuertes aires, después de que se realizaran obras de hormigonado de la acequia de Rotas en Calasparra, circunstancia que provocó la rotura de sus raíces.

Foto 2. Pino monumental de la Hondonera, Calasparra, 2003.


Foto 3. Pino monumental de la Hondonera, Calasparra, 2003.

Por tanto, si bien es cierto que los árboles caen muchas veces por el efecto directo del viento  fuerte que los empuja, no es menos cierto que en la mayor parte de los casos, previamente, el árbol ha sufrido perturbaciones graves que le han provocado deficiencias en su estructura, las cuales terminan provocando su caída cuando el viento empuja su copa. Como ejemplo de ello, podemos ver en la Foto 4, un Ficus microcarpa caído en Cartagena sobre un coche un día de viento, pero si nos fijamos bien los ficus del paseo han sido podados realzándolos (suprimiendo ramas bajas sobre el tronco), por lo que la copa se forma mucho más arriba de lo que debería, elevando el centro de gravedad del árbol hasta una altura en la que además es mayor el efecto vela del viento cuando empuja, por tanto, más fácil es su caída. Por último, el ficus, al estar todo el suelo urbanizado (asfaltado o cementado), tampoco puede desarrollar bien su sistema radicular, por tanto sus raíces están mermadas y no pueden soportar bien la copa, pues no están bien ancladas. En definitiva, la poda + el cementado del suelo provocan la existencia de un árbol que no se ha desarrollado adecuadamente y acaba cayendo sobre un coche con el consiguiente riesgo para la seguridad de las personas. Por tanto, creemos que lo adecuado habría sido plantar otras especies arbóreas en el lugar, con un crecimiento más acorde a las circunstancias del entorno.

Foto 4. Ficus microcarpa tumbado por viento, Cartagena, 2010.
Fuente: Página web Ayuntamiento de Cartagena

Por lo demás, el viento en entornos forestales con el tiempo genera estructuras naturales adaptadas a él, como los impresionantes pinos blancos (Pinus nigra) de nuestras queridas sierras béticas, donde los potentes vientos de poniente, junto con la nieve, llegan a moldear literalmente la copa de algunos pinos de la zona que se sabe cuentan con más de mil años de edad (Creus, 1998), entre éstos estaría el de la imagen (Foto 5)  que ha crecido esculpido por Céfiro (Figura 1) y, además, sobre la propia roca en un cortado de la sierra de Villafuerte, Moratalla. Vemos, por tanto, que el viento no es siempre un elemento negativo.

Foto 5. Pino blanco milenario, sierra de Villafuerte, Moratalla.

Figura 1. Céfiro y Flora, por William-Adolphe Bouguereau (1875).

martes, 27 de enero de 2015

Sabina albar. El Sabinar de Moratalla


La pasada semana hemos visitado el Noroeste de la Región de Murcia, nevado, como veis:





Y nos detenemos entre El Sabinar y el Calar de la Santa, Moratalla, el primer topónimo nos lleva a la formación de sabina albar (Juniperus thurifera) más significativa de la Cuenca del Segura.





Esta es la especie de mayor talla dentro de las sabinas, que alcanza un porte verdaderamente arbóreo, se encuentra diseminada por los páramos castellanos y aragoneses, sur de Francia y norte de África. En Iberia se pueden encontrar auténticas formaciones adehesadas de esta especie. Es muy resistente al frío (más que J. phoenicea) y los fuertes contrastes de temperatura, encontrando su óptimo de desarrollo a partir de los 1000 metros de altitud.

Aquí vemos su distribución, tanto en el Mediterráneo como en España:

Figura 1. Distribución general de sabina albar y otras sabinas afines en el entorno del Mediterráneo, tomado de Blanco et al. 1997.


Figura 2. Distribución conocida de sabina albar en la península Ibérica, tomado de Blanco et al. 1997.




En el Siglo XVI los moriscos del Reino de Granada hacían violas y castañuelas con madera de sabina albar, de tan abundante que era entonces en el Altiplano y los Vélez. Ha sido muy utilizada para leña, construcción,  muebles rústicos, alimento del ganado, etc., estando actualmente sus poblaciones muy diezmadas, lo que ha motivado el que esté protegida en varias comunidades autónomas. Esta planta, junto a pinos (Pinus spp.) y carrascas (Quercus ilex subsp. ballota) ha jugado un papel importantísimo en el paisaje vegetal ibérico.





A diferencia de la carrasca, se localiza en los sitos más fríos que suelen estar sometidos a inversión térmica en posición de nava. Este último hecho se puede observar en el sudeste ibérico en la zona de Calar de la Santa y El Sabinar (Moratalla) donde, debido a la inversión térmica, las sabinas se sitúan en el fondo de valle (más frío), mientras que las carrascas lo hacen en las laderas (menos frías).





En la Cuenca del Segura, la sabina albar se distribuye por los territorios béticos, alcanzando hacia el este los alrededores de Inazares (Moratalla), y apareciendo también algunos ejemplares sueltos en el borde oriental del área de distribucion por las zonas altas de Caravaca y Vélez Blanco. 

Las poblaciones de esta sabina fueron mermadas en toda su área de distribución potencial debido, sobre todo, a que en gran parte del siglo XX no se autorizaba la corta de pinos pero sí la de sabina albar. Esta circunstancia la redujo o hizo desaparecer en gran parte de su área de distribución en el sudeste ibérico.





La importancia ecológica del género Juniperus radica en que muchas de sus especies vegetan sobre terrenos muy inestables (gleras, rocas, pedregales, arenas), no obstante, al ser árboles de crecimiento relativamente lento, la degradación de las poblaciones naturales puede avanzar a un ritmo muy superior al de su capacidad de recuperación. Por otro lado, son especies poco utilizadas en repoblaciones forestales (algunas variedades se han utilizado en jardinería), aunque se tiende a utilizarlas cada vez más.



Para terminar, comentar que el sabinar presente en la zona de litosuelos al oeste de la casa de Martín Herrero, presenta características de bosque maduro, donde aparecen árboles de todas las edades, desde algunos centenarios hasta otros jóvenes que van autoregenerando el bosque.
Pero ya hablaremos de los bosques maduros tudmirenses en un post a tal efecto.

miércoles, 21 de enero de 2015

Pino doncel de la Casa de Cava, Moratalla

Orígenes y Ecología del pino doncel o piñonero.


En el sudeste ibérico se le han dado las dos denominaciones, de hecho la toponimia posee registros como: Sierra de los Donceles, Los Donceles, Doncel, acequia del Piñero, Casa del Piñón. En estos lugares, aunque sea de modo vestigial, siguen existiendo individuos de la especie.
Pese al gran debate que ha existido sobre el origen del pino piñonero (Pinus pinea L.), hoy día, gracias a estudios arqueológicos se sabe que es una especie autóctona de Iberia, donde es posible constatar su presencia en su parte meridional desde, al menos, los últimos 18.000 años (Badal 1991, 1997). Además existen restos fósiles de un posible antecesor de la especie Pinus pseudo-pinea que aparecen durante el Plioceno (5 a 2 millones antes del presente) en Málaga (Menéndez Amor, 1951). Dentro del sudeste ibérico, en Alicante, aparecen restos de madera de pino doncel desde hace 6.000 años (Badal et al. 1994). 
El pino doncel es un árbol de copa aparasolada que alcanza hasta unos 25-30 m. Las piñas son grandes, globosas y contiene piñones comestibles grandes (14-21 x 5-9 mm) con cascara dura. 


Pino de la Casa de Cava en 1989

La especie se distribuye por todo el entorno mediterráneo (Figura 1) de donde es originaria, también fue favorecida por los romanos que extendieron su cultivo en el entorno del Mare Nostrum. Si bien es cierto que el pino piñonero fue eliminado de muchas zonas de la costa por la sobrexplotación que los humanos hicieron de él, ha sido y es todavía plantado en muchas repoblaciones forestales del territorio Mediterráneo.



Figura 1. Área de distribución del pino doncel, tomado de Blanco et al. 1997.


En la Península Ibérica se le encuentra, sobre todo, en áreas con suelos arenosos (Figura 2), dentro del sudeste ibérico aparece en ciertas zonas silicatadas  de las sierras de Lorca y algunos puntos de la Cuenca del Almanzora, Dunas de Guardamar (repoblación antigua), y ciertas zonas del río Mundo (Hellín), si bien su origen en muchos casos está en repoblaciones.


Figura 2. Área de distribución del pino doncel, tomado de Blanco et al. 1997.

En cuanto a su área natural de ubicación, hay que señalar que se trata de una especie que crece desde el nivel del mar hasta los 1.000 m de altitud, estando más de la mitad de sus masas ubicadas por debajo de los 100 m. En lo que se refiere a sus necesidades hídricas, se desarrolla desde los 400 mm hasta más de 1.000 mm anuales. Sin embargo, en las regiones con precipitaciones inferiores a las señaladas como sería el caso de gran parte del sudeste ibérico, precisa de un aporte suplementario de agua presente en el subsuelo en zonas como cauces, cañadas, acequias, etc. En lo que se refiere a su capacidad para soportar temperaturas frías, ésta está ligada a la humedad ambiental, cuando es muy baja puede soportar temperaturas en torno a -20⁰C, como sería el caso de las dos mesetas ibéricas, sin embargo en zonas con vientos costeros húmedos sufre daños con tan sólo -5⁰C (Blanco et al., 1997). En cuanto al tipo de suelo, prefiere suelos sueltos, arenosos y limosos.

En 1993, tomando medidas bajo su copa.
Pino de la Casa de Cava en octubre de 2005


El ejemplar que tenemos aquí hoy es uno de los más longevos del sudeste ibérico, estando su edad en torno a 200 años. Se trata también de uno de los de mayores dimensiónes de perímetro de tronco y copa del sudeste penínsular. Ubicado en una zona de cultivos extensivos de almendros, olivos y cereal, el árbol recibe un aporte hídrico extra por estar junto a una cañada. Es un excelente posadero para las aves, algunas de las cuales anidan en sus ramas. Los vecinos de la cercana población de Valentín suelen ir a merendar bajo su copa, sobre todo a comer la mona de Pascua.

Y ya que hemos visto su evolución desde 1989 en las anteriores fotografías, este fin de semana le hemos hecho otra visita, y seguía presentando este formidable aspecto:




No es la mejor manera de medir el perímetro del tronco, pero este árbol está acostumbrado a la gente,
en otros casos echemos un vistazo a nuestras recomendaciones.

Esperemos que siga bastantes años cobijándonos bajo su sombra.

jueves, 15 de enero de 2015

Biodiversidad asociada a árboles y bosques viejos

                      (o la importancia de conservar nuestros árboles y bosques maduros)



Las singulares condiciones ecológicas asociadas a los bosques y árboles viejos, donde aparecen una gran cantidad de hábitats y microambientes ha generado la alta biodiversidad de organismos asociados a ellos. Además, al haber los árboles que alcanzaban la vejez y su biota asociada coevolucionado juntos a lo largo de millones de años, han resultado ser más interdependientes entre sí. 

Por todo lo anterior, se puede decir que hay una gran cantidad de taxones especializados en vivir sobre bosques y árboles maduros y los nichos que en ellos se generan (madera vieja en descomposición, grandes oquedades, sombreado intenso, etc.). Pero además, no hay que olvidar que bosques y árboles viejos son un extenso paraguas que cobija en su seno formas de vida más generalistas. 

En esta sucesión de fotografías vemos el ciclo de la vida en los arces o parrizas (Acer granatense), desde él árbol anciano monumental hasta los pequeños plantones. Se observa, especialmente, la necesidad en dicho ciclo de los hongos que degradan la madera muerta, permitiendo que ésta se incorpore de nuevo como nutriente al suelo.



Acereda en la sierra de Villafuerte, Moratalla, donde hay presencia de árboles de distintas edades, lo que indica que el bosque se encuentra en un estado de madurez que le permite su autoregenerado.


Arce o parriza monumental en las proximidades de la embotelladora de agua del Cantalar.

Vieja rama de arce rota de modo reciente.

Madera de arce metabolizada por hongos que degradan los haces de celulosa del árbol, 
proceso conocido como pudrición marrón.

Pequeñas plantas de arce creciendo sobre la materia orgánica, con ellas 
comienza de nuevo el ciclo de la vida.


Y ya en otras entradas en días sucesivos, describiremos algunas de las formas de vida más especializadas en mantener una estrecha relación con los bosques y árboles maduros, sin los cuales éstas no podrían sobrevivir, pues no pueden realizar sus funciones vitales en otros hábitats que los generados por aquéllos.

Por otra parte, de este mismo tema ya hablamos el pasado mes de marzo, en la Jornada que se organizó en Cartagena con motivo de la exposición itinerante "EnArbolar, Grandes árboles para la Vida", aquí os dejamos el enlace. 

sábado, 10 de enero de 2015

Alcornoques en la Sierra de Cabrera, Almería


La voz “suber” era el nombre que los latinos daban al alcornoque, zuro en nuestra tierra.


Árbol de hoja perenne de hasta 20 m. de altura, alcanzando muy raramente los 25 m. Su porte y hojas son parecidos a los de la carrasca, pero el corcho de su tronco lo hace inconfundible.


Posee distribución mediterráneo occidental, especialmente en enclaves con suelos silíceos y con precipitaciones superiores a los 600 mm anuales. Por tanto, en la península Ibérica, se presenta sobre todo en la parte oeste (Andalucía, Extremadura, Portugal), siendo muy escaso en las regiones orientales.

Es más sensible al frío que la carrasca, por lo que vegeta bien en los pisos termo y  mesomediterráneo, alcanzando el supramediterráneo sólo puntualmente. Los alcornoques se han utilizado sobre todo por su corcho, además de los usos comunes de este género (bellota, leña, madera, carbón, etc). A veces se ha plantado en alineaciones de carretera.

En el sudeste ibérico, los alcornoques se presentan aislados en enclaves silíceos relativamente húmedos. En algunos casos su origen es dudoso, aunque se sabe que en la Edad Media existieron pequeños alcornocales en las sierras de Segura. 



De GARCÍA LATORRE, J. & GARCÍA LATORRE, J. 2007. Almería hecha a mano. Una historia ecológica. Fundación Cajamar. Almería, compartimos con vosotros el siguiente párrafo:

En 1748 la marina de guerra decidió llevar a cabo inventarios forestales en diversos lugares de España. Los barcos se construían con madera y era importante tener bien localizada la materia prima. El inventario señala la presencia de casi 2.000 alcornoques en Sierra Cabrera, en el Levante almeriense, junto al mar. En esta sierra –un pequeño macizo montañoso que apenas supera los 900 metros de altitud– las precipitaciones oscilan entre los 250 mm. de la base y los 470 mm. de la cumbre. En tales condiciones los alcornoques también habrían tenido problemas para sobrevivir.
En 1784 los pescadores de la comarca redactaron una petición dirigida a las autoridades advirtiendo sobre el peligro inminente de desaparición que amenazaba a aquellos árboles. Para ellos eran importantes porque, como afirman en el documento, usaban su madera en la fabricación de las barcas y la corteza, el corcho, para elaborar boyas y otros utensilios:


“...Y hazemos presente a vuestra merced que, siguiendo dichos
arrendadores, en poco tiempo fenezerán dichos árboles, por el ningún
cuidado que tienen en veneficiarlos... prezisándonos pasar a la
sierra de Filabres en busca del dicho corcho” .

Alcornocal en la Sierra de Cabrera





viernes, 9 de enero de 2015

Carrasca de las Laboricas, Velez Blanco. Almería



 La carrasca "Quercus ilex subs. ballota", nombre vernáculo del sudeste ibérico para este árbol, era una especie que formaba extensos bosques en las zonas con más de 400 litros de precipitación anual. Hoy día, los bosques de esta especie son escasos para lo que fue su extensión primigénica, debido a la multisecular acción humana.



Esta carrasca con 5 metros de perímetro de tronco y 13 de altura, que debe andar por los 400 años de edad, bien pudo haber sido respetada tras la publicación de la "Ordenanza de Vélez Blanco de 1591" (Revista Velezana, 21) en la que se indica que deben respetarse este tipo de árboles en la zona. 


En cualquier caso, para el territorio el "Libro de la Montería" de Alfonso XI (escrito en torno a1350), cita la presencia de osos, encebras (equido extinguido) y javalies en invierno, literalmente así:
"Las ramblas de Tello es buen monte de offo e puerco en invierno. Las Cabeças de Copares es buen monte de Puerco e de Enzebras en invierno".