domingo, 24 de mayo de 2015

Tejo, "Taxus baccata"

El tejo (Taxus baccata) parece haber perdido gran parte de su área de distribución en Iberia el último milenio, debido, sobre todo, a causas de origen antrópico, aunque también como consecuencia de la paulatina aridificación del clima desde el Holoceno medio (Magri 1995, de Beaulieu et al. 2005).


Foto 1. Tejo en Nerpio.
No es muy agradable empezar la entrada sobre el tejo hablando de su regresión en toda España, incluso de su extinción en la Región de Murcia, a pesar de que hay testimonios de que vivió hasta entrado el siglo XX en las sierras del Noroeste de Murcia, concretamente en la Sierra del Tejo, topónimo éste que, por otro lado nos lleva a pensar que efectivamente hubo ejemplares en ese lugar hasta hace no mucho. Hoy en día, sin embargo, se sitúa en Nerpio (Albacete) el individuo de esta especie más cercano a la misma y a partir de ahí aparece muy puntualmente y disperso en lugares umbríos por todas las sierras de Segura y Cazorla. Es también destacable el hecho que en Los Vélez, sierra de María, donde hoy día el tejo no aparece, el ilustrado Simón de Rojas Clemente, cita la especie en la primera década del siglo XIX.

Pero aunque no nos guste, debemos admitir que en parte por nuestra responsabilidad estos árboles, los más longevos de nuestros bosques y que antaño formaron cuasi selvas en Europa, están en estos momentos reducidos a algunos enclaves apartados aguardando, quizá, el paso de los años, que a ellos no les pesan como a nosotros, y quién sabe, tiempos mejores en los que podamos convivir en armonía. En nuestras manos está el trasmitirle a la futura generación el amor por la naturaleza y la importancia de protegerla.

Foto 2. Tejo en Los Chorros del Río Mundo,
junto al colaborador más joven de este blog.


Y como ya hemos dicho aquí alguna vez, para amar algo, hay que conocerlo, así que pasamos ahora a describir esta especie cuyo nombre genérico, Taxus, parece provenir del griego taxikos (veneno), aunque también podría derivar del griego toxicon (arco), en alusión a que de la madera de tejo se obtienen excelentes arcos, y el epíteto específico baccata por ser su fruto una baya.
Es el tejo un árbol perennifolio, dioico, que puede alcanzar los 15 m de altura, de copa redondeada u ovadocónica y aspecto general muy oscuro. 


Foto 3. Tejo en Cuerda de los Pinos Molineros, Riópar.
Los estudios de edad en tejo arrojan medias de edad de 375 años por cada metro de perímetro de tronco (Cortés et al., 2000), lo cual daría edades próximas a los 1.875 años para algunos tejos de la sierra del Segura como el de Torca Roya, e incluso hay tejos en dicho entorno que alcanzarían edades de 3.000 años, pero este dato siempre hay que tomarlo con cierta precaución, pues no existen estudios de edades de tejos en los territorios segureños, siendo posible que en ellos los crecimientos sean mayores que en otras zonas de Eurasia. 

El tronco puede alcanzar hasta 2 m de diámetro, e incluso más pero se suele quedar hueco, con la corteza pardo-grisácea más o menos oscura, estriada, que se desprende en tiras o placas estrechas.

Foto 4. Tronco de tejo en las sierras de Albacete, obsérvese la oquedad. 

La ramificación es irregular, con ramas extendidas, horizontales, más o menos erguidas y a veces caedizas. Las ramillas tienen corteza pardo-rojiza, y las hojas crecen sobre ellas torciendo sus cortos pedicelos, de modo que se disponen en dos densas hileras enfrentadas; son lineares, aplanadas, de color verde oscuro por el haz y un poco más claras por el envés.


Foto 5. Detalle de ramillas, hojas y conos femeninos ("frutos"), con aspecto de pequeña bellota.
Al ser un árbol dioico, nos encontramos en distintos pies los conos masculinos de los femeninos ("frutos"). Son los primeros globosos, amarillentos, que nacen solitarios en la axila de las hojas; en la base están rodeados por una envoltura formada por una serie de brácteas de color anaranjado. En cambio los conos femeninos son de forma ovoide, negruzcos, rodeados en la parte inferior por una bráctea verdosa con forma de copa, lo que les da el aspecto de pequeñas bellotas. Esta bráctea al crecer se vuelve carnosa y roja, denominándose entonces arilo, envolviendo a la semilla excepto por la parte superior. Florecen de febrero a abril y dan su fruto entre septiembre y noviembre.

Foto 6. Tejo fructificado, con gran cantidad de arilos.
Habita zonas montañosas, sobre riberas, barrancos y laderas umbrosas, en terrenos carbonatados y silicatados. Antiguamente debió estar extendido por ambientes más variados pero en este momento es una especie en franca regresión. Aunque a veces forma tejedas de considerable extensión, lo habitual es que aparezca aislado, en solitario o disperso entre los bosques.

Foto 7. Tejo el Abuelo, Torcaraya, Paterna del Madera (Albacete).

El tejo se distribuye por Europa, mitad septentrional de Asia
y N de África, como vemos en la Figura 1.


Figura 1. Distribución mundial del género Taxus, nótese que el mayor área de distribución
corresponde a T. baccata. (Adaptado de Cortés et al. 2000).

Para las sierras de Segura, es posible comprobar presencia de tejo desde el Pleistoceno (Carrión et al., 2002), e incluso en zonas de dicho territorio donde ya no se encuentra la especie en la actualidad, los estudios paleopolínicos muestran  presencia de la misma. Así, aparece tejo en el NO de Murcia durante casi todo el Holoceno (Carrión et al. 2004) y en una cantidad tan representativa que dejó constancia en el registro fósil polínico  (Figura 2), lo que indica que debió haber una relativa abundancia de árboles. Actualmente se considera esta especie extinta en Murcia, si bien en la sierra del Tejo (Moratalla), hace poco más de una década, miembros de ARBA (Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono), plantaron varios ejemplares, de lo cuales sobreviven algunos. Por lo demás, el tejo, aunque sea de modo muy aislado y puntual, sí está presente en algunas montañas de Albacete, Almería, Alicante, Granada y Jaén.


Figura 2. Diagrama polínico de El Sabinar (Moratalla), obsérvese la presencia de tejo en cantidades
significativas de polen,  hoy extinto en la zona, (Carrión et al. 2004).

En cuanto a los usos del tejo, su madera ha tenido un alto valor económico (Ametz 1991) y ha sido empleada por su elasticidad y fuerza para la fabricación de armas desde la Prehistoria. En Alemania e Inglaterra han aparecido lanzas con antigüedad 90.000 y 150.000 años, respectivamente (Oria de Rueda & Díez 2003), y era y es empleado para la fabricación de arcos, ya en el inicio de la metalurgia (Spindler 1995) encontramos el arco simple de Ötzi, el hombre del hielo, que vivió hacia el 3300 a.C.,  hecho con madera de tejo.

También tiene un gran valor en ebanistería y tornería, además de usos ancestrales como su quema selectiva por los ganaderos para evitar posibles envenenamientos del ganado, empleo de su leña por su alto poder combustible, o utilización preferente de su madera para usos en ubicaciones exteriores, dada su gran resistencia y duración (Cortés et al. 2000).

Foto 8. Arqueros practicando.

Su toxicidad es bien conocida. Únicamente su fruto, el arilo, una especie de baya roja (foto 6), es comestible. No así la semilla que encierra en su interior, tóxica al igual que el resto del árbol. No obstante, en el siglo XIX se descubrió que el tejo contiene sustancias que pueden actuar  para combatir algunos tipos de cáncer, así los militares británicos en la India observaron el uso que hacían las gentes de aquella tierra para tratar melanomas utilizando taxáceas (Cortés et al, op. cit.).

Ha sido asimismo un árbol muy venerado en las culturas celtas, germánicas y tamazight, todas de gran influencia en la península ibérica. Algunos de los tejos más antiguos de nuestro continente viven junto a ermitas y cementerios, y fueron muchas veces el centro de de rituales, fiestas y juicios. 

Para terminar, os invitamos a ver un documental que nos ilustra sobre este longevo árbol:




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